Ocupando mis sentidos, mi tiempo y mi corazón, sacó mi nombre de las espinas y me llamó Julieta como un dibujo animado.
Fue entonces cuando busqué palabras de la A, a la Z, para que contaran sus múltiples aventuras según se ubicaban: La Erre no llora/ porque no esté en risa/ ni en rosa ni en Roma. O, Se le ve el zancajo/, usa zaragüelles/ y come zarajo…, así nació El abecedario de Julieta.
Vino después La cesta de Julieta, con vocación de que el niño supiera la vida propia de las verduras, y hacerlo con ternura y documentación: Regalas clorofila/ para los dientes/. Tienes el cuerpecito / verde y crujiente/, o arrugadito, cuando eres viejo y sabio/ pimiento frito.
También había que hacer “El hechizo de los colores”, saber el mestizaje con otras culturas y llegaron Las brujas de Julieta: Sábana de avena/ con canto de grillo/, todo lo que miro/ se vuelve amarillo. Vino del norte/, vino del sur/, vino del viento/ con el vudú.
Así intenté dar modernidad, educación ecológica y feminista a “los cuentos heredados”, y La cenicienta iba a la discoteca y bailaba con botines de cuarzo, La bella durmiente no quería despertarse ni que la besuquearan sin permiso y, El sastrecillo valiente, era un listillo que usaba Baygon.
Me forcé para crear adivinanzas nuevas: Yo del agua no me fío/ y aunque no sepa nadar/ estoy en medio del río. Con Los versos del Hablamueble, si la mesilla de noche contaba que a su árbol llegaba la lluvia y en su tronco anidó una serpiente, la despensa enumeraba comestibles desde la canela a la lenteja pardina.
En fin, que fueron llegando los personajes del Quijote, Cleopatra, Maribárbola y Mariquita Sarantontona, que comía helado de mosca blanca en los sembrados ecológicos.
Ser abuela no es ser madre dos veces, ni zafarse de la educación para maleducar. Creo más bien que debido al abandono de la primera juventud, empiezas a tener más capacidad para la ternura y te encuentras más cerca del camino de la inocencia. Y aunque sepa que mi nombre es Rosa y así lo acreditan todos mis documentos, en el baptisterio laico de la luz, la felicidad y las flores, yo me crismo la frente y me llamo Julieta porque es el nombre que me puso el niño.
Rosa Díaz
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