Publicada en “La palabra vivida” poesía completa 1980-2005:
En realidad yo no puedo separar mi poética de mi propio ser, de mi vida y mis avatares, de todo lo que me ha configurado y me ha ido conformando de una determinada manera. La poesía para mí forma parte de mi condición, es consustancial al animal palpitante de mi sexto sentido, cohabita dentro de mis proteínas y mis feromonas y avanza mucho más allá de la retina y también mucho más allá del aire o lo tangible. A través de ella medito, razono, discrepo, busco sentido a las perplejidades quizás para multiplicar mi confusión. Una catarsis hacia lo esencial, hacia lo profundo del sentimiento y del sentimiento colectivo que llevamos aprendido en los genes y forma parte de nuestro subconsciente. En principio creía que esto de ser amanuense de las emociones de la historia y de la historia de las emociones, me serviría personalmente para comprender y conducirme mejor; hoy intuyo que era solamente un don con el que podría medir la soledad, el vacío que provocaría en mí ir excavando las grandes palabras hasta dejarlas huecas y enfrentadas así mismas: Amor ¿? Libertad ¿? Existencia ¿? Tiempo ¿? Muerte ¿? Percatándote que sólo te queda el yo uno y trino e irremediablemente solo frente al cosmos.
El primer pensamiento que me presenta a la poesía o lo inefable lo experimenté al cumplir cuatro años y cerrar fuertemente los ojos. Desde esa oscuridad fluía un haz de luz: ahora creo que nada es más oscuro que la luz. Esta es mi trayectoria: un proceso de voluntad que parte desde el instinto hacia la claridad reveladora de la poesía.
Justo es que diga que mi padre me recomendó que le escribiera a un ladrillo, de ahí quizás provenga mi ejercicio de “desgastarme restauradoramente”. Siempre tuve la sensación de estar construyéndome: con una equivocación, con un silencio, con un pensamiento. Esta teoría que bien pudiera ser ayurvédica, -y ahora comprendo- la recojo con la inocencia que permite perder el miedo a volar y a medir nuestra propia fuerza, y así busqué mi senda en solitario y a golpe de ciego: en poesía nunca he tenido patria ni rey ni paraíso, aunque sí he rezado a algunos escritores como si fueran santos laicos que creaban mundos, describían el mundo, y abrían ventanas para mirar más lejos y más hondo. Así he ordenado una serie de palabras que dan forma a mi pensamiento y mi testimonio. Procurando esa ética (que proponía Spinoza a las acciones humanas) de inteligencia, sentido y verdad. Y así me han salido libros con distintos tempos y he vertido en ellos un lenguaje críptico o coloquial apenas sin proponérmelo.
Como en un estudio radiológico han salido en hueso vivo: mi ternura, mi ironía, mi fortaleza, mi debilidad y el sentido del humor con el que encajo la muerte diaria. Y así también transité por el mundo de la marginación y de las injusticias. Y transité por él desde siempre, sin importarme si se llevaba o no, o si tenía detractores. Esto lo hice parte de mis contenidos porque me interesó y me interesa dar testimonio, señalar la hipocresía de la sociedad y la culpa que llevan nuestras manos limpias de bacterias y de ciertos delitos. Y cuando digo delitos y marginación señalo el mapamundi, los niños esclavos, la violencia de género, el maltrato animal, la destrucción del ecosistema, la carne de metralla y otros muchos etcéteras. Todo lo que es arrasado y manipulado por la inercia y negligencia de unos y las sociedades prepotentes y superpuestas.
Voy a mi ser intrínseco por el sentido olfativo del animal, dando como hecho que lo irracional puede conducir también a lo más razonable. Esto me lleva a la matemática y a la complejidad de saber que nunca llegaré a mí misma en esta carrera del gameto ganador y matador que fui, y que trasmutado en persona quedó atrapado en el fenómeno tiempo con miles de formas poliédricas facetadas y multiplicantes. Exponentes que tampoco están lejos del “fingidor” que mezclando sus emociones crea, se crea, se cree y direcciona más o menos su propio yo. Soy lo suficientemente permisiva para aceptar que todo tiene más de una respuesta. Para ser sincera, en esta dualidad e incluso tríada que somos y, a estas alturas de la metafísica o de la neurociencia, suelo tener por lo menos tres verdades distintas y una duda verdadera.
Rosa Díaz
Sevilla, primero de agosto de 2005