Presentación del libro Cantábile(para cuerda enamorada), de Rosa Díaz
Por Juan Delgado López
Nerva, 17 de noviembre de 1983
Es un tema muy controvertido el de si existe o no existe una poesía especialmente andaluza. Un tema muy debatido pero que no ha llegado a unificar criterios. Se ha tratado en los Congresos de Poetas Andaluces celebrados en Albox (Almería), Aznalcollar (Sevilla) y últimamente en Granada, sin llegar a conclusiones para el esclarecimiento de las ponencias sobre el tema.
Pues bien, si yo creyera en una poesía especialmente andaluza, tendría que decir que nos encontramos ante un libro con todos los ingredientes necesarios –ingredientes formales-, claro- para representar dignamente a esa poesía andaluza.
Cantábile es un libro luminoso (fijaos que ya en el colofón dice: “se terminó de imprimir en el solsticio de verano…, y eso ya es como una ineludible necesidad de seguir bañándose en la claridad triunfante que se enseñorea de todo el libro); es un poemario gozoso de luz, ebrio de luz, alado, fresco, sencillo y espontaneo; valiente y verticalmente místico en sus ofrecimientos. En ese hermoso poema que abre el libro y que es como una mano alada que nos abriera la ventana para introducirnos en un jardín recreante y deseado, en un paisaje íntimo donde la luz es protagonista.
“Ya la luz mordía en el costado…” “La luz era una sabia meretriz entreabierta…” La luz, prismada, bulliciosa y dulce…” Y la luz fue de miel, de miel ahogada…” “Regato luz de preces matutinas…” “La luz se lleva en su perfil los senos…” “ La luz es una égloga carente de sonido…” “La luz nos ha traído un lirio a la garganta…” “La luz es una hilera de pájaro huidos…” “La luz es siempre un lirio celeste abandonado…”
Son tan hermosos estos versos, tienen tanto valor poético en sí mismos, que incluso leídos así, entresacados, rota la unidad arquitectónica del poema, poseen como un hálito interior que los protege y los ensalza.
Cantábile es un libro sensual en el lenguaje, en la adjetivación, en las imágenes y en la atmósfera evanescente y al mismo tiempo erótica que lo envuelve místicamente carnal: “Y que mi boca es dulce/ como el melocotón / maduro de mi huerto”. Boca, dulce, melocotón, maduro, mi huerto…, son vocablos que por sí solos sugieren todo un mundo de lúbricas resonancias. La carne, a la que no se nombra, está ahí en una ardiente y delicada sensualidad que enciende los sentidos y espiritualiza el goce: “Gemían las batistas y la sedas/ sobre la blancanía de las sábanas…” Fijáos en ese hermoso neologismo: blancanías.
Cantábile es un libro musical en su ritmo, en su cadencia, en su métrica y en sus silencios. La alusión de vocablos alusivos a la propia música: oboes, danza, orquestaba, sonora, trino, campana, cantares, himnos, sonidos, etc.; el empleo de palabras esdrújulas persistente y sonoro como río: “Y la sed más desértica la portaban sus manos…” Los encabalgamientos, y toda la gama de juegos métricos empleados partiendo del endecasílabo, crean un clima de cadencias apetecidas. El mismo título nos está diciendo que tenemos en las manos la invitación y el instrumento para tañer nuestras propias cuerdas enamoradas.
Cantábile es un libro íntimo, pero no intimista. Místicamente esperanzado; por eso está siempre superada la desesperación sin permitirse el ademán ni el talante enfermizamente romántico. Es un libro de amor, de rotundo amor; una estética inclinada al primor. Grácil y alado, pero hondo y serio.
Utiliza nombres exóticos para crear el necesario clímax en que está inmersa su aventura poética, y su soporte principal es el caudal encausado en las coordenadas mágico-sádicas del goce.
Me dice Rosa Díaz en la dedicatoria con que me ofrece un ejemplar de su libro: “…Este Cantábile que tan de puntillas llama a la ternura de los ojos de este Sur nuestro”.
Y no es así, Rosa; no es así, Poeta. Cantábile no llama de puntillas a la puerta del Sur, sino que es el propio Sur que grita, rotundo y enamorado, a las puertas, tantas veces herméticas, de nuestros corazones.
Presentación del libro Cantábile(para cuerda enamorada), de Rosa Díaz
Por Juan Delgado López
Nerva, 17 de noviembre de 1983